Talavera y Aguerre, protagonistas de la noche ingrata de los porteros

El Estadio Olímpico Benito Juárez registró un lleno en la presentación de los Bravos en casa este torneo

Pocos partidos como el de este viernes en la frontera juarense. No porque el 1-1 entre Bravos y Querétaro haya sido un resultado excepcional sino por la montaña rusa que vivieron los porteros de ambos equipos. Condenados a ser héroes o villanos porque así de ingrata es su posición, esta noche tanto Alfredo Talavera como Washington Aguerre fueron ambas cosas.

El arquero del FC Juárez recibió un gol inverosímil que valió para el empate de los Gallos Blancos apenas al minuto 13. Un disparo que no era ni centro al área, lanzado desde pocos metros más adelante de su propia área por Jordan Silva, viajó muchos metros hasta las redes. Talavera lo vio venir, extendió la mano en señal de calma a su defensa, de tener todo controlado.

Pero debutante en esta cancha desconocida, Talavera no imagino que la pelota botaría como si fuera de baloncesto. Solo le quedó saltar y aún así fue techado para el 1-1 que al final fue definitivo en un Estadio Olímpico Benito Juárez que se llenó, pese al mal año pasado de los Bravos, pero gracias a su esperanzador inicio del Apertura 2022, en el que fueron súper reforzados.

Pero Talavera luego se reivindicó y cerca del final del partido evitó la derrota de su equipo con una estirada pegada al piso por un disparo del juvenil Rodrigo Lopez, que llevó a la afición a gritarle ¡portero, portero!, paradójicamente en la noche en que recibió uno de los goles más inverosímiles de su carrera.

Para acompañarlo en su sentir, Aguerre no se quedó atrás. Una mala salida suya derivó en el gol de los Bravos apenas al minuto 3, cuando quiso despejar con el puño un tiro de esquina en su propia área chica y no hizo más que enredarse entre cabezas amigas y enemigas, hasta que el balón entró empujado hacia su portería.

Sin embargo, él también fue villano y héroe con el penal que le detuvo después a Gabriel Fernández en el primer tiempo, cuando adivinó el disparo y recostándose hacia su lado derecho paró la pelota que habría significado el 2-1 del local.

Minutos antes artífice de un error que volvió loca a la afición de los Bravos, el uruguayo luego fue abrazado por sus compañeros en la prueba de que un portero no vive en los matices, de que el guardameta que es héroe o villano, o a veces ambas cosas.

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