Abrumado por la presión del Brentford y con un naufragio generalizado en defensa, el Liverpool cayó 3-1 y cerró su buena racha de cuatro victorias consecutivas para acabar en la orilla de los puestos europeos y a quince puntos del líder, el Arsenal.
Los hombres de Thomas Frank se han especializado en ser una molestia para cualquiera de los grandes. Ante su parroquia, ya humilló al Manchester United (4-0); fuera de su casa, antes del Mundial, consiguió un marcador de nivel frente el todopoderoso Manchester City (1-2); y, sólo el Arsenal, ha sido capaz de ganar esta temporada en el Brentford Community Stadium.
Esos resultados tendrían que haber alertado al Liverpool, que acudió a la cita con un bagaje victorioso con el que se colocó en la orilla de la quinta plaza. La concentración tenía que ser máxima desde el principio y más ante un rival que le pisaba los talones antes del inicio de la jornada.
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El Liverpool no salió mal al terreno de juego. Durante diez minutos generó peligro, robó pelotas arriba y con Thiago Alcántara a los mandos acumuló ocasiones que desbarató el guardameta David Raya. Especialmente vistosa fue su intervención ante un zurdazo a bocajarro de Kostas Tsimikas, que se desesperó por el paradón del portero español.
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Y, salvo otra opción de Darwin Núñez que sacó bajó los palos Ben Mee, el Liverpool no hizo nada más en los primeros 45 minutos. Se diluyó como un azucarillo ante la fortaleza del Brentford, muy intenso en todas sus líneas y capaz de crear una presión asfixiante con la que consiguió muchas jugadas a balón parado.
En ellas, sacó todas las vergüenzas del Liverpool y Jürgen Klopp, en el descanso, lo pagó con Virgil Van Dijk, a quién sentó en el banquillo tras unos primeros 45 minutos en los que el centro de la zaga “red” fue un agujero. Pero, antes de la primer tanto, Bryan Mbeumo dio el primer susto con un contragolpe que salvó Allison con una mano milagrosa. Después, ya no hubo piedad para el guardameta brasileño, que en varias ocasiones recogió la pelota del fondo de la red.
Cayeron los goles del Brentford
La primera, con el tanto en propia meta de Ibrahim Konaté, que no pudo evitar que el balón golpeara uno de sus muslos hacia su portería en un córner lanzado por Mbeumo. Ese gol, subió al marcador. El siguiente, no. Lo marcó Yoane Wissa, también a la salida de un córner, pero el VAR lo anuló por fuera de juego; Wissa, poco después, y nuevamente de córner, se acomodó la pelota cómodamente con el pecho dentro del área y con un derechazo convirtió el que habría sido el segundo del Brentford.
De nuevo, el VAR intervino. Por tercera vez. Otro fuera de juego, esta vez de Mee, situado en medio de la trayectoria de la pelota. El Liverpool, parecía salvado. El VAR se alió con él. Con justicia. Pero su falta de sangre generó un incendio en la siguiente jugada tras el último tanto anulado a Wissa. El congoleño, a la tercera, sí que por fin celebró un gol legal. Con un cabezazo dio en la diana y el Liverpool se marchó al descanso deprimido.
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Klopp no dudó en mover fichas y no sólo señaló a Van Dijk. También sacó del campo a Tsimikas y a Harvey Elliott. Entraron Joel Matip, Andrew Robertson y Naby Keita. Sus movimientos y una más que probable reprimenda tras un primer acto para el olvido, surtió efecto.
Casi al instante, Darwin Núñez pudo celebrar un gol que el jugador uruguayo necesitaba como el comer. Sin embargo, otra vez el VAR apareció para decretar un fuera de juego que amargó la existencia al jugador charrúa. Por lo menos, celebró la diana de Alexander Oxlade-Chamberlain, en el minuto 50, que recortó distancias de cabeza a pase de Trent Alexander-Arnold.
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Con toda la segunda parte por delante, el Liverpool tuvo tiempo para ir a por el empate. Pero, esta temporada, el Brentford es mucho Brentford.
Aguantó bien las embestidas del Liverpool y, al final, se permitió el lujo de firmar el tercero, obra de Mbeumo tras sacar los colores a Konaté, fallón y flojo a la carrera frente al delantero camerunés. Ahí se acabó el choque y el central francés, con su gol en propia meta y con su error en el tercero, simbolizó la fragilidad defensiva general de un equipo que sucumbió ante un Brentford que olisquea los puestos europeos.